Hace unos días llegué del pueblo de mi prima Iris. Ha sido una desconexión en todos los sentidos. ¡Para empezar en el pueblo no había conexión a internet!
Sé lo que estaréis pensando… de hecho cuando llegué y vi que no tenía conexión la empecé a buscar hasta que mi prima me dijo: «Ni lo intentes, aquí la red móvil es como un perro verde…».
–¿CÓOOOOMMMMOOOOOO? –dije yo sin acabar de entender lo que estaba pasando.
–Si quieres hablar con alguien, tienes que llamar por teléfono fijo, como antes…
¿La NASA puede mover un robot teledirigido en Marte y yo no tengo cobertura?
Entonces miré el teléfono: sin conexión. Como si fuera una cuestión de fe, miré al cielo y respiré, caminé unos metros e… incapaz de conectarse a ninguna red.
En realidad desde que tengo móvil no me he separado de él, bueno, ni de mi portátil para poder escribir en el blog. Pero escribir, aunque no pudiera publicar nada aquí, podía seguir escribiendo mis reflexiones y pensamientos y guardarlos en un archivo, pero estar sin móvil… Cada cinco minutos lo miraba, me parecía increíble que pasaran los mnutos, las horas, y no me entrara ningún Whatsapp, ¡nada! Intentaba entrar en Facebook y tampoco, nada… ¡imposible!
Pero, ¿sabéis? Empecé a olvidar el móvil en casa, a salir sin él y… a disfrutar de eso. De pasar por la piscina para ver si alguno de los amigos de mi prima estaban ya allá, de bajar a la planta baja a charlar con mis tíos en vez de encerrarme arriba a chatear en mi habitación… a salir más en bicicleta, leer y hablar con quien me encontrara del pueblo en mis paseos. Y es que a veces nos desconectamos de una cosa para conectarnos en otra. 🙂
En fin… que me lo he pasado genial, y ahora me resulta hasta raro volver a estar conectada permanentemente.
¿Qué tal vuestro verano?